Historia del Neuromarketing

De las Lobotomías a los Wearables

Todo empieza en los 80, a ritmo de Madonna y Michael Jackson, cuando la neurociencia comienza a desterrar esa vieja idea de que somos criaturas 100% racionales, siempre tomando decisiones conscientes y meditadas. Spoiler alert: no lo somos. Fue en esa época cuando los avances en técnicas como la neuroimagen (hola, fMRI) empezaron a arrojar luz sobre el enorme papel que juegan nuestras emociones en nuestras decisiones, incluso sin que nos demos cuenta. Sí, ¡el cerebro tenía mucho más que decir de lo que creíamos!

Pero, ¿cómo se mete el marketing en todo esto? Pues bien, la investigación de mercados se da cuenta de que está viendo solo la mitad del cuadro: si quieres saber por qué el 50% de los productos fracasan, no basta con preguntarle a la gente. Necesitas explorar lo que no dicen, lo que sienten, lo que ni ellos mismos saben que están pensando. Así es como nace la conexión entre neurociencia y marketing. Y aunque al principio fue una relación clandestina, en los años 2000 le pusimos nombre: neuromarketing. ¡Y así empezó la fiesta!

Los primeros pasos (y algún que otro tropiezo)

En los 80, la neurociencia estaba aún sacudiéndose la resaca de su turbulenta adolescencia (¿te suenan las lobotomías?). Poco a poco, empieza a caminar con más firmeza, entendiendo mejor cómo funciona el cerebro. Y en los 90, las grandes marcas como Coca-Cola, Ford o Levi’s empiezan a pedirle a centros de investigación que les echen una mano con sus estudios de mercado, usando neurotecnología y biometría.

Claro, todo esto era como un romance secreto. Los estudios eran confidenciales, las empresas no querían revelar qué trucos estaban descubriendo. ¡Todo muy top secret! Aun así, la cosa fue tomando forma. En 2003, Read Montague publica el primer estudio académico que mezcla neuromarketing y ciencia: Neural correlates of behavioral preference for culturally familiar drinks. Y en 2004, la Baylor Medical School de Houston organiza el primer congreso internacional de neuromarketing. ¡Ya era oficial!

Y luego, claro, vinieron las primeras empresas especializadas en neurociencia del consumidor: Brighthouse en 2001 y SalesBrain en 2002. ¡El neuromarketing ya tenía nombre y lugar en el mercado! Hasta el prestigioso diccionario Collins lo bendijo al incluir la palabra oficialmente. Esto ya iba en serio.

Del caos al orden (o al menos lo intentamos)

Cuando la ciencia y el marketing se juntan, hay veces que las cosas se descontrolan un poco. De repente, parecía que todo el mundo tenía la clave para vendernos cualquier cosa. Se hablaba del famoso “botón de compra en el cerebro”, y las promesas de descubrimientos asombrosos inundaban los titulares. Pero, como era de esperar, no tardaron en aparecer las críticas.

Desde el mundo científico, muchos empezaron a señalar que algunas de las afirmaciones del neuromarketing eran un poco, digamos… exageradas. Se habló de brain scams, manipulación de consumidores y falta de rigor en algunos estudios. Y no ayudaba que algunos ‘neuropredicadores’ anduvieran por ahí vendiendo el neuromarketing como la poción mágica definitiva. Todo esto llevó a la creación de la NeuroMarketing Science and Business Association (NMSBA) en 2012, con la misión de poner un poco de orden y establecer un código ético que, sí o sí, todos los miembros tenían que seguir.

El futuro del neuromarketing: Más neuro, menos marketing

Hoy en día, aunque las críticas no han desaparecido, el neuromarketing sigue creciendo a pasos agigantados. Las empresas que se dedican a esto son cada vez más sofisticadas, y con la llegada de los dispositivos wearable, sus aplicaciones no hacen más que multiplicarse. Compañías gigantes del market research como Nielsen o IPSOS ya ofrecen servicios de neuromarketing a sus clientes.

Al final, el neuromarketing ha encontrado su lugar. Consciente de sus limitaciones, continúa evolucionando, más neuro que marketing, con un objetivo claro: crear productos que realmente conecten con las necesidades racionales y emocionales de los consumidores. ¿Quién sabe qué más descubriremos en el futuro? Lo que está claro es que, en esta historia, el cerebro siempre tendrá la última palabra.

Abrir chat
Hola
¿En qué podemos ayudarte?